Para tío, en Tierras Morenas.
Afuera el día, y adentro mi tío abuelo con los ojos muy abiertos. Enroscado y minúsculo, a pesar del metro noventa que tanta suerte le había traído siempre con las mujeres.
Se llevaron un televisor, un cepillo eléctrico, dos pares de zapatos, y un reloj -no el de arena que tenía en la mesita de noche, a la par de la cama, sino uno de batería, 100% made in China-.
A cambio le dejaron dos balas, una que entró y salió, estrellándose contra la pared que daba al patio; otra que lo despedazó por dentro.
Afuera cantaban las chicharras y el viento, mientras adentro la sangre resbalaba en las rendijas de la madera.
Mi pobre tía, como todos los martes, venía llena de bolsas y recados. Cómo imaginarse que ahora, en cuestión de una ida a la pulpería, mi tío Luis se había convertido en un extraño que empapaba de rojo su cocina, un cuerpo inerte que la dejaba ahí, paralizada y ahogada de miedo.
Felipe fue el único que vio a la muerte llegar.
Mordió la cuerda y se zafó, y a como pudo llegó a la puerta de la cocina. Ahí vio la mancha roja, incontenible, agrandándose más y más en la madera. Vio a tía cuando entró y escuchó el ruido de sus bolsas desparramándose en el suelo.
Toda la noche lloraron. Ella soltando de a poquitos ese cuerpo encogido, ahora desangrado y desconocido, dejándose ir en picada a la tristeza; y él hecho un puño en el patio, con esa forma extraña de llorar que tienen los caballos.
Al día siguiente, hubo una cola interminable de vecinos y familiares, la finca repleta, un molote de gente caminando despacito rumbo al cementerio.
La finca de mi tío era el último pedazo de tierra sin vender, una isla encallada entre dos hotelotes cinco estrellas. Mil veces los gringos ofrecieron comprársela y otras tantas dijo él que no y que no. Daba media vuelta, ensillaba a Felipe, y los dejaba hablando solos, con un puñillo de billetes verdes saliéndose de sus pantalones.
Creo que por eso lo mataron, porque ese terreno era un camino de agua en un Guanacaste cada vez más seco.
El entierro fue a las diez de la mañana, con Felipe a la cabeza, a trote lento al lado de mi tía abuela. Él con los ojos negros, enormes y llenos de lágrimas, con el lomo arqueado por el viento, y ella con la cara arrugada por la ausencia.
Cuando llegamos al cementerio, antitos del mediodía, Felipe se paró al lado de la caja y no hubo forma de moverlo. Se pegó como una estaca al suelo, hasta que mis otros tíos tomaron el ataúd y lo bajaron. En ese momento su calma se convirtió en furia, los ojos se le llenaron de grito, y levantó las patas, desesperado, alzó la cola y relinchó desde lo más seco de la finca arrasada.
El reloj de arena dejó caer el último grano, en la mesa de noche, y Felipe, con la crin revuelta por el viento, emprendió galope firme hacia la tarde, con mi tía acurrucada en su lomo.
jueves, 7 de agosto de 2008
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7 comentarios:
ay mop, hoy nos diste doble ah.. se me paró la peluca con sólo ver la foto... y luego con el relincho esperado y publicado y frente a nuestros ojos...
Gracias mop. me voy con una especie de familia en polvo, una provincia arrasada como dice el cuento y algo como un felipe platero.
yo siempre he pensado que el corazón de los caballos y de los perros se parece al de uno...
Bello.Gracias.
Cada una de tus frases me fue partiendo como esa bala salvaje...
uno, dos, tres impactos y un relincho viajero.
Tuanis mop.
Con este texto me cortaste la respiracion. Pensando en esos viejos con un punillo de billetes verdes saliendole de las bolsas del pantalon, y ese caballo clavado como una estaca. Uyuyuy la bajura que se nos esta yendo a la velocidad con la que se desboca un caballo.
¿Tenés familia en Tierras Morenas? Mirá vos... Yo que pensaba que era el único tilaranense suelto... Tierras Morenas es un nombre que me encanta; tiene algo a la vez primitivo y sensual. Cuando pienso en ese lugar veo caballos, aguas que corren alocadas, tierra roja, y ese tiempo detenido como la muerte en este cuento tuyo. Me gustó, me gustó...
Pira...pues costó pero salió finalmente este relincho. Felipe-Platero, rruuuaauuu.
Bici, completamento de acuerdo con vos. tenemos la suerte de parecernos en eso a los caballos y los perros.
Latitudes, así se nos va partiendo Guanacaste mop, es tremendo. Un abrazo para vos, pasaré a visitarte de fijo.
Santiago, toda la razón, se nos está yendo la bajura, con caballos, agua, gente, pueblos enteros. Nos la están arrasando y es en serio. un abrazo enorme y viva el 8 del 8 del 8.
Hola Gustavo,mae qué tostado, entonces vos sabés de qué viento y de qué polvo habla este cuento, jejej, qué mundo más chiquitico. Pues sí, una rama impt de mi fam materna ha vivido y vive en Tierras Morenas...coincido con vos en que es un nombre hermoso, como de cuento, jejeje. Muchos saludos para vos y gracias por tu visita.
Conozco el viento y el polvo "tierramorenense", sí... Mi familia materna es del centro de Tilarán, pero mi papá pasó tiempo en Tierras Morenas trabajando con el ICE. Mis veranos de escuela me los pasé allá, a caballo, a pie, contra el viento...
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