Recuerdo a mi
jefa,
embutido rabioso
de carne y medias caladas,
malabarista de
tacones siete punto cinco en escala mercalli
La recuerdo
haciendo equilibrio en las mañanas,
desenredándose el
pelo y dejando una estela de perfume y tristeza por dondequiera que pasaba.
Minifalda rosada,
uñas con dibujitos,
rubio intenso sobre
las negras raíces del barrio en que nació.
Tristeza doble con
amoniaco.
Recuerdo que echaba
bendiciones en los momentos más inoportunos,
y recuerdo, también,
su forma de sentarse,
ronroneante y
ceremoniosa como un gato.
Un gato de ojos
tristes y grandes,
de pupilas negras
como tormentas.
Recuerdo que la
vimos caer un día.
Se desplomó de
repente, para siempre.
Cayó desde los
siete pisos de sus tacones de aguja,
rubia, perfumada
y completamente sola.