martes, 10 de abril de 2012

4 de abril en la Plaza Syntagma

Primer Acto: Atenas, Grecia

La plaza Syntagma, en Atenas, amaneció como siempre. No conozco esa plaza, solamente la he visto en fotos y en la tele, pero supongo que abundarán en ella, como en casi todas las plazas del mundo, las palomas, los árboles, la gente, los monumentos, las fuentes. Las plazas tienen que tener palomas, cuitas, abuelitos y parejas besuqueándose para ser dignas de tal nombre. La plaza de Syntagma, en el corazón de Atenas, amaneció como siempre. Lo única diferencia en la armonía de cuitas y palomas fue el cuerpo de Dimitris Christoulas, el jubilado de 77 años que hoy, 4 de abril del 2012, optó por darse un tiro en la cabeza a escasos metros del Parlamento. La víctima, farmacéutico retirado, dejó una nota:

“El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945″.


Segundo Acto: Verona, Italia

Pocos días antes de que el jubilado griego tomara la decisión de volarse la cabeza a escasos metros del Parlamento, un desempleado y un artesano, en Italia, optaron por prenderse fuego.

El primero, de origen marroquí, llevaba cuatro meses sin recibir salario. Decidió entonces rociarse con gasolina y prenderse fuego frente al municipio de la ciudad de Verona. Tenía 27 años. 50 años menos que el farmacéutico griego. Dicen los medios que fue socorrido por peatones y agentes, y trasladado en graves condiciones al hospital local.

El marroquí fue el segundo caso en dos días. El primero fue un artesano que, igualmente estrangulado por las deudas, se prendió fuego frente a una oficina de recaudación de impuestos en Bolonia. El hombre, de 58 años de edad, fue auxiliado por peatones y agentes, y aunque fue hospitalizado en graves condiciones, logró sobrevivir.

Le sobreviven, ahora, sus incontables deudas y las quemaduras en todo su cuerpo. Le sobreviven un par de notas en algunos periódicos y unos cuantos minutos en algunos noticieros. Le sobreviven Merkel, Sarkozy, el FMI, el Banco Europeo y sus planes de rescate. Le sobrevivimos todos.

Al griego, el de la Plaza Syntagma, le sobrevive una pequeña carta que ahora le está dando vueltas al mundo. Le sobrevive, probablemente, un cuarto donde se acumulaban las deudas, el hambre y la rabia. Le sobreviven su esposa y su hija, y una masa furiosa que se agolpa, una vez más, a escasos metros del Parlamento griego.

Hombres y mujeres están optando por rociarse gasolina a pocos metros de los edificios que representan el poder político y económico que los aplasta: Parlamento, Municipio, Oficina de Recaudación. Eligen, todos, morir en espacios públicos. Probablemente los une la certeza de que solamente muriendo ahí, a vista y paciencia de los transeúntes, se harán visibles para un mundo cada vez más obsesionado en deslizar sus dedos sobre pantallas inteligentes en las cuales fluyen datos y noticias que saltan, velozmente, de un muro a otro. La certeza de que, por primera y quizás única vez, la muerte, su muerte, les permitirá existir frente a un entorno ensimismado en la supervivencia, en el día a día.

En épocas de hambre globalizada, en las cuales el producto de exportación más importante es la desigualdad y la explotación, y la moneda de cambio es especular con la vida de la gente que menos tiene, lo único que pueden elegir algunas personas que han perdido casa, trabajo, comida y dignidad, es cómo y dónde morirse. Hacer de su muerte un símbolo de algo más que la muerte. Se prenden fuego en espacios públicos, a escasos metros del lugar desde donde emergen, simbólicamente, las políticas económicas que los asfixiaron y les arrebataron la dignidad.

Los crímenes del capitalismo son incontables y vienen acumulándose desde hace varios siglos. Atenas, Bolonia, Verona, Lisboa, son el escenario actual de lo que lleva años sucediendo en África y América Latina. El capitalismo ha sido cauto al perpetrar sus crímenes de lesa humanidad, esmerándose siempre en diluir la identidad de sus víctimas y marcarles la piel a perpetuidad. Un hombre de 77 años en la Plaza Syntagma, un marroquí de 27 años en Verona o un hombre de 58 años en Bolonia. Cambian los escenarios, varían las nacionalidades, pero en el fondo estamos frente a la misma persona que grita.

Habrá que ver cómo amanece mañana la Plaza Syntagma. Habrá que ver cuántos cuerpos más se necesitan para empuñar con fuerza este miércoles santo del año 2012, y hacer algo, de una vez por todas, para que los jóvenes sin futuro convirtamos la indignación en algo más fuerte que un fusil Kalashnikov.
 
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