lunes, 4 de febrero de 2008

La lengua muerta de Auneteque


La lengua zoque murió el 3 de mayo de 1986, día en que Isolina Napeteque arrugó por última vez el papelito de arroz que tenía por frente y cerró el puño para recoger el maíz que había quedado regado en la mesa de la cocina. Dijo me voy no más; estoy cansada. Y se fue.

Entonces todos murieron, incluido yo.

Todos morimos con ella en esa cama, en un tumulto apretado de silencio. La frente de Isolina, amarilla como el maíz que había dejado sobre la mesa, brilló por última vez en mis ojos, a veinte años de distancia, y rebotó en el reflejo azul de la ventana abierta hacia la Cordillera. Ella decía que la muerte se iba cocinando lentamente adentro de la gente, como el pan amasado en horno de leña. Así, justamente, se había venido engordando la muerte en su boca, inflándose como la levadura y llenándose de agua hasta que ya no pudo más y el 3 de mayo se cocinó toda, todita por completo.

Esa muerte, la de Isolina, había empezado tiempo atrás, cuando se enojó con mi abuelo, Recaredo Anutepe, y dejaron de hablarse por los siglos de los siglos. El motivo del pleito fueron las faldas. A él le gustaron demasiado unas que vivían al otro lado del río. Decidió que quería ésas y no las faldas negras y gastadas de mi abuela. A ella no le gustó que la cambiaran así, sobre todo después de haberle parido quince hijos, haberle enterrado tres, y para colmo de males, haberle reconocido y criado a otro tanto que mi abuelo había hecho con otras dos mujeres.
Pero cuando Isolina decía no, se volvía dura como las piedras de la Cordillera: se secaba por completo en el verano y se llenaba de nieve en el invierno. Y cuando eso pasaba ya no había nada que hacer.

Recaredo, con esas faldas, la convirtió en piedra.

El zoque, la lengua más antigua de Auneteque, empezó a morir el día que él, su penúltimo hablante nativo, agarró sus cosas y cruzó hacia el otro lado en busca de esas faldas. Sin tener clara conciencia de lo que hacía, atravesó el río y se hundió en las enaguas de la muchacha de al lado; mientras tanto mi abuela, sin fuerzas y sin ganas, decidió dejar de hablar el zoque, pues como pasa con todas las lenguas maternas, hablarla la llevaba inevitablemente a su origen, al inicio del principio de su vida, en donde justamente estaba siempre mi abuelo, con quien se había casado cuando tenía doce y ni siquiera le había venido su primera regla.

El zoque la llevaba directamente al camino seco de su pueblo, al río y los peces azules, al horno de leña, y a los partos de sus quince hijos en las faldas de la Cordillera. Ese día en que mi abuelo cruzó el río, ella decidió cruzar el otro, y hundirse de lleno en el olvido.

Empezó a hablar español todo el día, en señal de venganza y de dolor. El zoque era su forma querer, y dejar de hablarlo fue la forma más genuina de olvidar, de olvidarlo y de olvidarse. Qué mejor manera de matar a alguien que dejar de hablarle con el corazón.

Enterraron al zoque entre los dos, cada uno a la orilla del otro, cada quien en la ausencia del otro, y desde ese momento, al resto de nosotros, hijos, nietos, sobrinos, nueras y yernos, empezaron a hablarnos solamente en español.

El zoque murió dividido por los cauces del río, por la debilidad incorregible de mi abuelo por las faldas y el orgullo herido de mi abuela y sus enaguas negras. Yo me hice lo que soy por ese río, por la muerte que ocurrió ese 3 de mayo y que sigue ocurriendo cada vez que no sé decir mis tristezas en el idioma de mis abuelos, en la lengua muerta de Auneteque.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

wow! :( ... esepero que estes muy bien.

Pato dijo...

Que belleza Laurex!! Espero que este bien por aquellos lugares del sur...veo que las influencias y las ideas empiezan a fluir como el rio que separo a los dos abuelos...

Silvia Piranesi dijo...

nueva foto nuevos rumbos.

Anónimo dijo...

que bueno nueva foto!!!

macizo dijo...

Hola mis queridos mops.
Saludos enormes para vos, Mariana, espero que todo esté tuanis con la escritura, los amores, las fotos, los textos. Un abrazo para vos.
Patex!!! Mop!!!! Ay, mae, muy toost por estos lares, se me está retostando la jupa y la retina de mi par de ojitos astigmáticos, jejeje, Cómo estás vos?
Gracias inmensas por la visita y tus palabras...
Silvette, nuevas fotaichon para el raiseichon, soque, soque!
Te mando otro abrazo y las ganas de echarme una birra y conversar...

Gustavo Adolfo Chaves dijo...

Me encantan estas fotos que ponés, Laura. Y esta historia de gente viejita que habla una lengua que no es la nuestra. Y no porque no hablemos el mismo idioma... Gracias por visitar mi Café.

macizo dijo...

Gustavo, muchas gracias por pasarte a dar una vueltica a este sur. Me alegra que las fotos y las arrugas de esta historia te hayan gustado. Nos vemos en tu Café.

macizo dijo...
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