Durante ese año me robaron mi salario no sé cuántas veces. Así que empecé a sentirme como la heroína de una novela Televisa, con cara de Lucerito en su mejores años, medio Sísifo en todo caso, porque me pasaba toda la semana subiendo la cuesta de las transcripciones, descifrando le lengua franca de los gerentes del Banco hasta que llegaba el jueves, me depositaban el salario, e ipso facto llegaba el mopri y me chuliaba. De pronto estaba metida en una novelucha policial y cada uno de mis colegas era un ladrón en potencia.
Para consolarme, panza arriba en la cama, me decía que se trataba de un guiño que me hacía la vida, un pellizco en la nalga de la rutina, en fin, algo que me sacaba de la asfixiante sincronía de los días en el sétimo piso del Banco Popular.
Empecé a consultar toda esa sabiduría popular a la que uno recurre cuando todo lo demás está desahuciado. Me hacía unas terapias intensivas de padre y señor nuestro, y cada jueves, a las dieciocho horas con treinta y tantos minutos, le encendía una vela a la Negrita, y me decía "hoy no, mamita, hoy no, la ratica de dos patas no va a sucumbir en la tentación", digo, porque ya era mucho, y la vida no puede ser así, tan cruel con la gente que se gana la vida con el sudor de sus dedos y el sacrificio de sentir cómo se le va reventando el túnel carpal poquito a poco.
Ese día, con el bus tambaleándose al final de la tarde, sorteando los huecos a la par de la muchacha que mascaba chicle con tanta energía como si el mundo fuera a acabarse en la próxima esquina, aturdida con La Hora de Los Novios y la voz melosa de la locutora y su Tauro saluda a Géminis, que lo ama mucho, y Osita saluda a Osito, que lo espera hoy en la noche, me deshacía en la desesperación de no saber, en la intangible identidad del ladroncillo de mierda que ya para entonces atentaba fuertemente contra mi salud financiera y mental, o lo poco que quedaba de ellas; ahí, terriblemente sola y abrazada a mi bulto, como todas las tardes en el bus de Cedros, con cara de Osita ajustició a Osito, de Sagitario enfurecido mató a Acuario indefenso, me percataba de que era digna para estar mañana en la primera plana de la Extra, o peor aún, de la Teja. Me dejaba ir en picada mientras el chofer, ahogado en cadenas y repleto de anillos, luego de escanear las partes más carnosas de mi cuerpo, abría la puerta y de muy mala gana me lanzaba a la noche, con esa forma tan dulce que tienen ellos para expulsar seres humanos al aguacero torrencial, a lo más crudo de octubre luego del referéndum, y una vez ahí no quedaba más que llorar y llorar por las cosas que pasan cuando la gente dice Sí. No quedaba nada más que ganas de llorar y seguir diciendo No.
Ya en la casa, abrazada a las cobijas, sucedía la avalancha de siempre, el laberinto existencial de no saber quién se empeñaba en hacerme la más ojerosa y malpensada de todas las transcriptoras del sétimo piso. Pero nada, los días siguieron su curso, y yo, la de ágiles dedos, la de oídos cansados, ponía todos sus sentidos en el tecleo de sus actas y cuando podía, de sus actos, resignada a ser cliente frecuente de la plataforma de servicios, en donde terminé haciéndome íntima de los muchachos que muy amablemente rehacían mi tarjeta cada semana. Sin embargo, cuando estaba a punto de presentar un cuadro paranoico de 7.5 en escala Richter, resulta que la Negrita me concede audiencia y me demuestra que los milagros pasan todos los días, que llegan con la puntualidad de la sección de Sucesos.
Al día siguiente, como todos los días desde hace tantos años, llego a la oficina y hago plop cuando me acerco a mi escritorio y veo un par de orejas enormes, inconfundibles, y el lunarcito altanero a la orilla de la boca, me froto los ojos y en efecto, es él, el mismísimo premio Nóbel, encorvado en mis gavetas, husmeando como una rata entre papeles. El presidente del Sí, consumido de jupa entre mis cosas, así como se oye, escarbando en mi malhadada billetera de transcriptora. Entonces, en ese cubículo de cuatro metros por seis, veo venir a mi abuelo, a mi abuela, a los hijos que no he tenido, a mis vecinos perseguidos, a la gente que me abrazó sin conocerme en las calles; la veo venir a ella, nítida: la furia de octubre y sus aguaceros. Y con todos ellos a mis espaldas, gritando en silencio, cuando ya las ganas de ahorcarlo son cataratas que empiezan a inundarme las manos, me le tiro encima en un puro terremoto de hijueputazos amargos.
Al día siguiente, naturalmente, la noticia salió en la primera plana de la Extra, “Transcriptora del Popular trata de ahorcar al Presidente”, pero dos días después, como era de esperarse en este país, ya todos la habían olvidado.
La paz siguió su curso inevitable, y él, impune, siguió robándose mi salario cada jueves.
Escribo entonces para los hijos que aún no he tenido, para que recuerden que el Ladrón era él, para que nunca olviden que siempre lo fue.
7 comentarios:
ajajajaj...he saltado sobre mil circunstancias mentales diferentes con este recordatorio. me gusta.
saludo!! :)
ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!! Gracias por recordarnos.
moooooooopppppppp!!!
esto está BUENISIMO. al chile, chunky, santa cruz.
Al chileeeeeee moooop!!!! Demasiado bueno, solo que en vez de que este hurgando en mi escritorio, el hp ese lo tengo todos los dias en mis hombros...siento que me susurra al oido todos los dias, sabes papito, aqui el que dice NO sera castigado...pero todos los dias de un hijueputazo como decis vos, me lo apeo y sigo creyendo que la mejor manera de decirle si a un pais es diciendo NO y asi seguire hasta que el maldito se canse de estar encima mio...un abrazo mop!! demasiado bueno!!!
mariana!!, que gusto colaborar con esos saltos mentales, jejjeej, gracias por el flete luego de la chicha y sobre todo por la conversada.
Hola tartarugacatiña, gracias por regresar, las puertas del recuerdo siempre esan abiertas.
Silvette, diay mae, que decirte, gracias por ayudarme tanto a abrir la puerta del closet, al chile chuncky santa cruz picantoso, jejej, que viva el Soque, sos un solcito dentro de tanto gris post-referendum, ya te lo dije...pero te lo voy a seguir diciendo. Gracias por el campo que me diste en el Candil.
Patex, verdad que si, mop??? el hijueputa encaramado en los hombros, por algo octubre no para de llorar y de llorar, es rajado. Abrazo Patex.
Excelente post...
Claro, la mejor parte de esta triste y llorona historia de un octubre fallido, fue darnos cuenta que de hay muchos como nosotros y nosotras que no nos cansamos de decir y gritar que NO.
Un abrazo,
valen, tenés razón...Creo que lo mejor de este octubre es sentir que ese NO, en el fondo y en la superficie, es un abrazo que apenas empieza.
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