lunes, 3 de septiembre de 2007

Eso que le pasa a uno como a los doce

1. Es como esos adornos que se ponen en la sala y van llenándose de polvo y de olvido, porque además de ser feos, no sirven para nada, sólo para incomodar. Decir menstruación es igual que ponerse vestido para ir a misa. No hay nada peor en la vida, ni siquiera las clases de matemáticas después del recreo de almuerzo. Para mí lo peor del vestido no era el calor infernal de la iglesia a mediodía, las nubes de incienso pestilente apretándome los pulmones o las voces chillonas de las señoras que se sentaban a cantar en primera fila. Lo peor era mi tía Ofelia –que Diosito la tenga donde mejor le parezca- una viejilla cascarrabias que pasó los últimos cinco años de su vida advirtiéndome que no me subiera a los árboles porque se me podían ver los calzones. Yo le decía que sí y me sentaba muy quietecita a su lado, aunque en el fondo estuviera absolutamente convencida de que no servía de nada andarse cuidando el trasero porque el viento y los chiquitos, inevitablemente, se encargaban de levantarle a uno las enaguas. Las flores de mis calzones, muy a pesar de mi tía, terminaron adornando los jardines que rodeaban la casa cural, y recreándole la vista al padre Eduardo, el viejo más verde que he conocido en toda mi vida; a él y a su séquito de monaguillos-aprendices de viejo verde. Con el paso de los años y de varias reglas, he llegado a una conclusión: no sirve de nada andarse cuidando los calzones y es igualmente inútil decir Menstruación, porque por más pulcra que sea la palabra, la regla es regla, y ya. //2. La Menstruación, diría mi profesor de ciencias. Me da risa escucharlo decir esa palabra porque la eme del principio le sale enfática, casi solemne, pero a medida que avanza hacia el centro, la solemnidad se va apachurrando hasta llegar a la ene final: una ene jorobada e insignificante que termina perdiéndose en la negrura de sus bigotes. Es como si tuviera asco de mancharse con la ene, pobrecito; como si dejara de ser hombre por culpa de esas 12 letras tan llenas de sangre.// 3.Mi hermana mayor es experta en dolores de regla, la pobre sufre migrañas espantosas que la tumban con fiebre durante tres días. A mí lo que me pasa con la regla es que me pongo triste. Me da tristeza la gente, me da tristeza el clima, me da tristeza mi reflejo en el agua, me da tristeza la tristeza. Pero la tristeza no es lo único, me dan ataques de hambre y mi panza se vuelve un barril sin fondo. Como, como, como y podría seguir comiendo durante los cinco días que me dura. Podría comerme cincuenta veces la despensa de mi casa y aún así quedaría con hambre. // 4. La regla me vino a los nueve. Fue horrible. Manché la silla y el uniforme que, para peores, era blanco. Como me vino tan pequeña se me fue bastante rápido, una semana antes de cumplir los treinta y ocho. Juro que fue lo mejor que pudo haberme sucedido. Ahora soy libre. // 5. En la casa éramos tantas mujeres que el día que me vino se vinieron todas al baño a esperar que saliera. Tías, hermanas, abuela, mamá, vecina, primas, empleada y perrita. Me habían dicho muchas cosas: que dolía, que era feo, que había que lavarse muy bien y a cada rato, que tenía que tener cuidado con los hombres porque ya era una Señorita. Yo no entendía por qué, a partir de ese día, tenía que tenerle miedo a los hombres, de hecho, lo más extraño de todo fue que no me dolió ni me pareció feo, sólo me sorprendió que la gente le diera tanta importancia a un poquito de sangre. Del baño me fui directo al espejo, y a pesar de todo lo que me habían dicho, encontré mi cara exactamente igual: los lunares seguían intactos, las pecas tenían el mismo color. Di media vuelta y me fui al patio a jugar. Ese día no me interesaba empezar a ser una Señorita. //6. A todas mis compañeras ya les había venido, solo Alicia y yo faltábamos. Creo que por eso nos hicimos más amigas. Ella era mucho más alta que yo, pero sumamente delgada. La verdad es que por poquito y nos viene el mismo día. A mí me vino primero, un jueves por la tarde. Después de ponerme la toalla, salí corriendo a su casa para contarle. Creo que se enojó conmigo porque cuando le conté no me dijo nada, solo dio media vuelta y cerró la puerta. Yo me quedé como estúpida en el corredor de su casa, luego me fui. Tres días después, fue ella la que llegó corriendo para contarme que ya le había bajado. Apenas salí me dio un beso, creo que esa fue su forma de disculparse. //7. Lo que más recuerdo es el olor del mar y lo pegajosa que me sentía cuando llegué al baño a orinar. Cuando me quité el vestido de baño, me encontré con una manchota color vino. Supongo que duré mucho en el baño, porque después de cambiarme la ropa y hacerme una toalla de emergencia con un rollito de papel, me senté en la taza y agarré el vestido para ver la mancha. Le pasé los dedos por encima, la sangre estaba seca. Recuerdo que las olas reventaban muy cerca de mis oídos y yo sudaba y sudaba. Cuando volví a la playa me senté en la arena, ya era de noche y la marea había empezado a subir. Me sentía rara. // 8. Marzo es el mes más caliente y yo venía del colegio, sudada desde los pies hasta el último pelo de la cabeza, la clase de educación física era la última. Tiré las cosas en el estudio y me fui soplada a mear. ¡Puta, ya me vino! La verdad es que ya era hora, ya me estaba preocupando, no quería ser la última de la clase...No era tan roja como creía, y la verdad es que viendo la manchita me sentí feliz, diferente. Mami estaba en el cuarto, subí a avisarle. Papi todavía no había llegado. Por más que hago memoria, no recuerdo exactamente lo que me dijo, solo recuerdo que volví al baño con la toalla en la mano, me la puse y bajé a almorzar toda campante, con el bodoque bien acomodado entre las piernas. Era como una regresión a las mantillas. //9. Un chorrito de sangre diluyéndose en el mosaico blanco de la ducha. Eso es.

4 comentarios:

Silvia Piranesi dijo...

pues me reí bastante con estas cosas que le pasan a uno a los doce.
dan ganas de seguir con 10/es que era 11 de abril, feriado en la escuela y me levanté tarde. Cuando llegué al baño ya tenía la promesa entre las piernas de que era toda una mujer. Mi mamá me esperaba feliz al otro lado de la puerta. Pero ese cuerpo preparado para todo, se había doblegado por ahí de las 6 ante botellas de plástico llenas de agua hirviendo. La promesa terminó siendo yo acostada retorciéndome de dolor. :(

macizo dijo...

mop, que loco vos y las fechas patrias, jjeje, es rajado mae, si te ponés a ver estás marcada por feriados y faroles y desfiles y botellas de aguita caliente en juan santamaria..rrruuuaaauuu.

Santiago Escribano dijo...

Supongo que eso sucede como a los doce porque la Menstruacion (con la "M" solemne y el final acongojado del Profesor de 2/.), precisamente y como vos bien lo señalas, tiene doce letras... (muy tostado?)

Pato dijo...

Al chile Laurex...y bueno, como hombre lo unico que puedo hacer es ayudarlas a que se sientan un poco mejor, yo se no es mucho, pero que podemos hacer nosotros ante esta imposicion de la naturaleza? Suena muy feo? Somos testigos de como se van convirtiendo en mujeres y las admiramos como tal. Eso es lo unico que podemos hacer.

Un abrazo monkey!

 
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