domingo, 17 de marzo de 2013

El cansado



El cansado cuelga sus manos en el ropero, mientras ve cómo se arrugan las plantas de sus pies. Dobla su conciencia debajo de la almohada, en donde guarda una pierna, dos pestañas y un par de recuerdos, los últimos que le quedaban. Absorbe la noche que quedó atorada en el desagüe del baño, y exprime la vigilia como si fuera una naranja madura. La chupa, le mete los dedos; luego bota la cáscara en el basurero. Recorre, solo, los pasillos de su propia sombra, hasta enredarse en el silbido de un tren que pasa a lo lejos. El cansado aúlla de dolor, pero la ventana es sorda y lo ignora. El cansado, cansado de esperar, se acurruca en su cama. No sabe si sus manos cuelgan en el ropero, o si es su cabeza la que insiste en deformarle los dedos.

domingo, 21 de octubre de 2012

auxiliadora



Recuerdo a mi jefa,
embutido rabioso de carne y medias caladas,
malabarista de tacones siete punto cinco en escala mercalli

La recuerdo haciendo equilibrio en las mañanas,
desenredándose el pelo y dejando una estela de perfume y tristeza por dondequiera que pasaba.
Minifalda rosada, uñas con dibujitos,
rubio intenso sobre las negras raíces del barrio en que nació.

Tristeza doble con amoniaco.

Recuerdo que echaba bendiciones en los momentos más inoportunos,
y recuerdo, también, su forma de sentarse,
ronroneante y ceremoniosa como un gato.
Un gato de ojos tristes y grandes,
de pupilas negras como tormentas.  

Recuerdo que la vimos caer un día.
Se desplomó de repente, para siempre.

Cayó desde los siete pisos de sus tacones de aguja,
rubia, perfumada y completamente sola.

domingo, 27 de mayo de 2012

Domingo

Amanecí con resaca de ventanas
garganta seca y cabeza vidriosa.
Amanecí pensando en las ciudades que están ahí y nos respiran en la nuca,
colgada de ese trayecto que nos nombra y desaparece

compostela de muertos
muro de los lamentos.

Amanecí acurrucada en este invierno que arrastra las piernas
que levanta sospechas pero no da tregua
que nos escupe viento y nada más que viento.

Amanecí recordando el borde más negro de santiago
Perdida en la calle de setiembre y cicatrices que nos fueron dejando los días.
Me encontré con paredes de vos por todas partes
y ocho años sucediendo a lo lejos, en la cima de una cama revuelta

El día flotando en resacas vidriosas,
compostelas con charcos en el precipicio luminoso del aguacero,
mientras seguimos cayendo en el hocico abierto de lo absurdo.

Amanecí pensando en cómo escapar de mi cabeza,
de vos y las paredes, del desierto y tus pupilas;
de los lugares que tengo apelotados en la garganta
y las toneladas de humo que dan peso muerto a lo que escribo.

martes, 10 de abril de 2012

4 de abril en la Plaza Syntagma

Primer Acto: Atenas, Grecia

La plaza Syntagma, en Atenas, amaneció como siempre. No conozco esa plaza, solamente la he visto en fotos y en la tele, pero supongo que abundarán en ella, como en casi todas las plazas del mundo, las palomas, los árboles, la gente, los monumentos, las fuentes. Las plazas tienen que tener palomas, cuitas, abuelitos y parejas besuqueándose para ser dignas de tal nombre. La plaza de Syntagma, en el corazón de Atenas, amaneció como siempre. Lo única diferencia en la armonía de cuitas y palomas fue el cuerpo de Dimitris Christoulas, el jubilado de 77 años que hoy, 4 de abril del 2012, optó por darse un tiro en la cabeza a escasos metros del Parlamento. La víctima, farmacéutico retirado, dejó una nota:

“El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán a los traidores de este país en la plaza Syntagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945″.


Segundo Acto: Verona, Italia

Pocos días antes de que el jubilado griego tomara la decisión de volarse la cabeza a escasos metros del Parlamento, un desempleado y un artesano, en Italia, optaron por prenderse fuego.

El primero, de origen marroquí, llevaba cuatro meses sin recibir salario. Decidió entonces rociarse con gasolina y prenderse fuego frente al municipio de la ciudad de Verona. Tenía 27 años. 50 años menos que el farmacéutico griego. Dicen los medios que fue socorrido por peatones y agentes, y trasladado en graves condiciones al hospital local.

El marroquí fue el segundo caso en dos días. El primero fue un artesano que, igualmente estrangulado por las deudas, se prendió fuego frente a una oficina de recaudación de impuestos en Bolonia. El hombre, de 58 años de edad, fue auxiliado por peatones y agentes, y aunque fue hospitalizado en graves condiciones, logró sobrevivir.

Le sobreviven, ahora, sus incontables deudas y las quemaduras en todo su cuerpo. Le sobreviven un par de notas en algunos periódicos y unos cuantos minutos en algunos noticieros. Le sobreviven Merkel, Sarkozy, el FMI, el Banco Europeo y sus planes de rescate. Le sobrevivimos todos.

Al griego, el de la Plaza Syntagma, le sobrevive una pequeña carta que ahora le está dando vueltas al mundo. Le sobrevive, probablemente, un cuarto donde se acumulaban las deudas, el hambre y la rabia. Le sobreviven su esposa y su hija, y una masa furiosa que se agolpa, una vez más, a escasos metros del Parlamento griego.

Hombres y mujeres están optando por rociarse gasolina a pocos metros de los edificios que representan el poder político y económico que los aplasta: Parlamento, Municipio, Oficina de Recaudación. Eligen, todos, morir en espacios públicos. Probablemente los une la certeza de que solamente muriendo ahí, a vista y paciencia de los transeúntes, se harán visibles para un mundo cada vez más obsesionado en deslizar sus dedos sobre pantallas inteligentes en las cuales fluyen datos y noticias que saltan, velozmente, de un muro a otro. La certeza de que, por primera y quizás única vez, la muerte, su muerte, les permitirá existir frente a un entorno ensimismado en la supervivencia, en el día a día.

En épocas de hambre globalizada, en las cuales el producto de exportación más importante es la desigualdad y la explotación, y la moneda de cambio es especular con la vida de la gente que menos tiene, lo único que pueden elegir algunas personas que han perdido casa, trabajo, comida y dignidad, es cómo y dónde morirse. Hacer de su muerte un símbolo de algo más que la muerte. Se prenden fuego en espacios públicos, a escasos metros del lugar desde donde emergen, simbólicamente, las políticas económicas que los asfixiaron y les arrebataron la dignidad.

Los crímenes del capitalismo son incontables y vienen acumulándose desde hace varios siglos. Atenas, Bolonia, Verona, Lisboa, son el escenario actual de lo que lleva años sucediendo en África y América Latina. El capitalismo ha sido cauto al perpetrar sus crímenes de lesa humanidad, esmerándose siempre en diluir la identidad de sus víctimas y marcarles la piel a perpetuidad. Un hombre de 77 años en la Plaza Syntagma, un marroquí de 27 años en Verona o un hombre de 58 años en Bolonia. Cambian los escenarios, varían las nacionalidades, pero en el fondo estamos frente a la misma persona que grita.

Habrá que ver cómo amanece mañana la Plaza Syntagma. Habrá que ver cuántos cuerpos más se necesitan para empuñar con fuerza este miércoles santo del año 2012, y hacer algo, de una vez por todas, para que los jóvenes sin futuro convirtamos la indignación en algo más fuerte que un fusil Kalashnikov.

domingo, 7 de agosto de 2011

nocturno

En los bordes de las carreteras
Hay Mástiles y Llantas,
puños levantados, gente abandonada.
Hay chirridos, frases metálicas para decir furgones
Arrullos y rieles, galaxias de Polvo y de hambre
Candidatos y Amores impronunciables
Adjetivos que no alcanzan para tanto perro abandonado
Situaciones normales en las copas flacas de los árboles.
Hay viajeros desahuciados
por el cáncer de las constelaciones,
motivos nacionales para salvarse de la Lluvia.
Hay la cruda insensatez de un cristo que no llega,
que toma cerveza en una piedra enorme,
pobre hombre seco
material predilecto para una bandada de zopilotes.
La carretera es el revoloteo negro de las horas sobre este parabrisas
es el metal derretido, el olor oscuro de la gasolina,
ese ir y venir extraño de tiempo y brújulas.

viernes, 8 de julio de 2011

Colaboración en Revista Literaria Las Malas Juntas

http://lasmalasjuntas.com/2011/07/08/mares/

jueves, 26 de mayo de 2011

;.;.;

tenía las pupilas
huesudas y apiladas,
y la frente, según cuentan, manchada de trenes.

Era flaca como un verbo dividido en cuatro partes,
Ronca como la madera cuando ha dejado de gritarle al viento.

Sus pupilas,
dicen algunos
eran la repetición vidriosa de las calles.
Y su espalda,
la suma interminable de todas las concavidades

Le gustaba ir de un lado a otro
balanceada en el ronroneo de una aspiradora muy vieja
toda ella muy de polvo y de cortinas.

Abrir las ventanas
Liberar los rincones de los muebles
Sentir ese revoltijo de vidas en primera persona,
subiéndole por la pantorrilla
hasta convertirse en barro,
justo antes de llegar a la garganta.

Pero más raro que sus pupilas llenas de huesos
era ver que agosto,
haciéndose llaga en sus piernas,
la iba vaciando,
le iba secando los trenes en la comisura de la boca.
 
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