viernes, 3 de octubre de 2008

11


Ayer era 11.
No el siptémber iléven,
El de las gemelas y Bin Laden.

Era el otro.

Mi jefe me dejó salir temprano,
Me dijo:
“tenga cuidado,
lleve pasamontañas”
Y luego se rió, dando media vuelta.

Talvez porque yo vivo en la periferia; él no.
O porque yo viajo en metro; él no.

Él cruza la Avenida 11 de septiembre
todos los días.
Y llega,
proactivo y perfumado,
a sentarse en su oficina,
mientras afuera Gases y Antimotines.

Él llega a su casa
En el barrio alto,
A su ghetto aséptico.
Ansioso por leer El Financiero.

Se saca los zapatos,
se rasca,
se pone a ver la tele.

Afuera, en la estación Tobalaba,
hay una masa de gente apretada contra la ventana,
pies, manos, ojos, bocas desapareciendo,
Mientras en la edición de las nueve,
solamente hay dos torres cayendo.
Mientras afuera, en Santiago,
la cicatriz sigue ardiendo.
 
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