domingo, 25 de julio de 2010

1996


Hay muchas formas de empezar a contar lo que tengo que contar. De todas, sé que ninguna es la mejor. Es el año 1996, creo, o quizás el 97, y hay una mujer sentada en la banca del parque, donde el sol le cae a pedazos sobre los hombros. Hay mucha gente pasando, cruzando la calle. Las horas se hunden en las aceras, como si los caños fueran de arena y no de cemento.

Hay muchas formas de empezar esta historia; todavía no sé si ésta sea la mejor. La mujer sentada podría llamarse como mi abuela, pero en el fondo no creo que se llame como ella. Es delgada, tiene el pelo negro y muy corto. Parece que sonríe. Desde acá no se ve muy bien si sonríe o si ese trazo en su cara es más bien la sombra de una rama que se está secando. Trato de enfocarla lo mejor posible. Me gusta la expresión desprolija que le cuelga de los labios. Me gusta mucho. Una manera rara de pájaro.

Espero que no se mueva, que se quede ahí mientras la mañana se derrumba sobre sus hombros. Me apoyo en la ventana, la veo ahí sentada mientras todo a su alrededor es ruido, gente que pasa, camiones que pitan, ciudad amarrada a la pata de una mesa.

Apagué el cigarro, corrí al cuarto a buscar la cámara. Volví a la ventana en diez segundos, esperando que no se hubiera ido de la banca, deseando que la luz siguiera ahí mordiéndole el cuello, y que la rama seca siguiera dibujándole cosas en la cara. Llegué, me apoyé en el marco; enfoqué y disparé. Logré la foto que quería.
Luego la vi desplomarse. Vi la banca llenarse de palomas.
Se hizo un gran círculo de gente alrededor.
Yo fui la última en llegar.

martes, 13 de julio de 2010

°°°°°°°

Anoche soñé una mancha negra en la boca de mi abuela,
y me levanté asustada
a orinar y esperar que pasara el miedo,
las nubes el polvo el ruido lejano de la carretera.

Todo ocurre siempre en el baño
Sola frente a la ventana,
donde cordillera y frío llegan
a escarbarme las heridas
con sus ramas puntiagudas sus hojas secas.

Antes de regresar a la cama
me veo la espalda en el espejo:
es una curva larga que empieza en noviembre
una situación arrugada
y llena de puertas.

(*)
A medias cierro el pantalón de mi pijama,
Bajo la cadena
Y me invade una pereza sobrehumana de lavarme las manos.

A lo mejor mañana crecerá un árbol en la boca de mi abuela.


*ahora que lo volví a leer decidí quitar la palabra; a lo mejor mañana vuelva a cambiar de opinión.
 
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