lunes, 27 de diciembre de 2010

Ahorcados

el zapato cuelga del alambre.
Parece un barco pequeño.

Decís que me veo azul como el reflejo que se cuela por la ventana
y yo pienso que los ojos de todas mis noches están suspendidos en ese alambre,
donde el zapato y vos empiezan a ser lo mismo.

Puede que mañana haya una fila de pericos sobre ese poste
Y puede que, azules,
la naranja que se pudrió sobre la mesa de la cocina,
el beso y estos años,
se tomen la calle.
Puede que la conjugación del verbo estar deje de ser tan dura como el asfalto,
O que nosotros dejemos de ser como los aguaceros
que van cosiéndonos las manos a los techos.

Pensás en el lomo arqueado de los gatos
-El zapato se balancea con el viento-
Y yo soy en esa ventana
Como la estela del barco.

Ni te imaginás que ese zapato
es la mejor manera de no decirte nada
Que le tengo miedo a la pila de recibos y a la pared blanca de la cocina.
Que ese zapato es la peor manera de decírtelo todo.

Recuerdo que hubo un tiempo
no hace mucho.
Ahora quiero ser como esas ciudades raras donde alguna vez estuve
quedarme quieta,
repetida como una gaviota o la madera de una puerta.
Que deje de dolerme la pierna,
la muerte inevitable de todas las cosas.

Vivir esa frase larga,
es casi tan triste como imaginar lo que en algún momento para vos fueron mis manos.
 
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